martes, 30 de diciembre de 2014

El renacer de Penélope




Un pequeño pájaro inició su canto en los jardines. El pobrecillo parecía desesperado por atraer a alguna hembra a su territorio. Abrió la ventana para observarle. Siempre había envidiado la libertad de los pájaros, su aparente inmunidad a las fronteras, a las limitaciones…

Podía verle, posado en uno de los árboles frutales de la finca, ajeno al mundo; preocupado tan solo en entonar su melodía con la perfección de un maestro. Se trataba de un pequeño petirrojo. Era uno de sus pájaros favoritos y ese en concreto se atrevería a decir que era el mismo que la despertaba mañana tras mañana con su alegre trino. Se había pasado toda la primavera cantando, ilusionado, empujado por su instinto a buscar la compañía de una pareja. Ahora, al final ya de la temporada aún no había perdido la esperanza; y pese a que ya iba con retraso (el resto de sus congéneres ya hacía semanas que habían nidificado y esperaban descendencia) él no cejaba en sus intentos.

Envidió su determinación, y quizás a causa de su semejanza con ella misma se solidarizó con él, animándole desde lo más interno de su corazón a que no desistiese en su firme empeño. No sería justo que tanto esfuerzo se quedase sin recompensa. De improviso su canto se vio interrumpido. Algo había perturbado a la avecilla, que cambió sobresaltado de atalaya, saltando inquieto de rama en rama y observando una silueta que planeaba amenazadora desde las alturas. Penélope siguió con la vista la dirección de la mirada del pequeño pájaro y pudo ver suspendida en el aire la figura de un pequeño halcón que se descolgaba desde lo alto silencioso, amenazador y malintencionado. Sobrevoló los árboles en círculos perfectos, seguramente en busca de alguna presa de mayor porte que ese humilde pajarillo que trataba de ponerse a buen recaudo. Cuando el peligro hubo pasado el valiente pajarillo volvió a henchir el pecho elevando su particular concierto con la bravura de un león. Para él el peligro había pasado y no podía demorarse en reiniciar su recital. Un segundo malgastado era un segundo perdido y las ocasiones no se podían desperdiciar en un mundo tan competitivo.


miércoles, 24 de septiembre de 2014

Otoño. El renacer de la musa.




Mi musa renace en otoño, y se viste de fría niebla para susurrarme al oído promesas y sueños. Parece haberse recuperado de su hastío vacacional y como el espíritu libre y caprichoso que siempre ha demostrado ser, regresa cargada de ímpetu, moviendo mis manos al antojo de su contoneo lascivo.

 Su timidez la aleja de mí en el verano, abochornada y vencida por la canícula estival, pero a ella siempre le ha gustado que la acaricie con palabras, aunque a veces no signifiquen absolutamente nada; y es por ello que siempre regresa, jugando con mis dedos hasta que los versos que condensan sus aleteos provocan mis risas entrecortadas. Al acabar el día descansa en mis brazos y se ofrece vencida cuartilla a cuartilla, aun a sabiendas de que en mi egoísmo intentaré de nuevo hacerla mía para siempre.

Pese a todo lo que encierra de egoísta mi manera de actuar, ella no me guarda resentimiento, y se despierta contenta, haciéndome olvidar la culpabilidad que siempre me provoca haberme sido infiel conmigo mismo.

lunes, 24 de febrero de 2014

El guardián de mis lágrimas

Imagen tomada de Internet--LAVIOLACION, DEGAS, 1868

 
EL GUARDIAN DE MIS LÁGRIMAS



Y así pasó mi infancia, tristemente deseada,

incapaz de detener unas manos que me amaban.

 

Y se fue escondiendo la risa en mi ventana,

en las noches estrelladas miles de mis lágrimas.

Y a las horas más oscuras, acudía,

y la bestia que anida en mi sangre despertaba,

y entrando a la fuerza, como el demonio que era,

encontraba vencidos estos huesos que son cárcel y condena.

Recuerdo la inocencia de mis labios mancillada,

el latido acelerado, el vértigo homicida;

y me confieso indefensa y asustada,

porque con trece años soy cadáver de cadáveres.

 

Tengo fantasmas y demonios tatuados en mis bragas,

mi inocencia ensangrentada a lametazos,

con el miedo durmiendo al lado de mi cama.

¿Por qué no huí, me dicen?

Pues porque aceptas con tristeza tu destino,

porque las cadenas que te atan son de sangre,

y nadie escucha las verdades de una niña

con fantasmas y demonios en sus bragas.

 

A veces me dá por soñar,

y hasta finjo que duermo cuando sueño

porque he aprendido a vivir sin dormir,

y a soñar solamente cuando duermo.

En esos extraños momentos de demencia,

escondida mi vergüenza entre mis lágrimas

es cuando entiendo al fin la lengua de los fantasmas.

Y me confieso de nuevo, aterrorizada,

harta ya de tanto llanto y de violencia,

porque un padre protege. Un diablo hiere.

Un padre ama, y sus manos… sus manos son espadas,

y por mi pecho se escapa mi yo convertido en nada.

Sus labios no entregan ni reciben besos,

solamente saben robar lágrimas.

¿Quieren que confiese? ¡Pues confieso!

No fue hasta mi tercer aborto.

 

Tres veces hicieron falta

para descifrar el lenguaje del demonio,

y es que hasta Dios hizo siempre caso omiso a mis llamadas.

Que les cuente mis recuerdos, dicen…

Mis recuerdos solamente saben huir,

odiando la indefensión de mi obligada desnudez.

                                                                                                 

Que el demonio se apiade de su alma.






(texto presentado a corrección en el Taller Literario de El Cortijo, 25/2/2014)

viernes, 3 de enero de 2014

Bésame...



Bésame, porque para tus labios gozosos será solamente el anticipo de un festín carnal; pero para el resto de ojos que nos observan será el mejor beso que hayan visto jamás. Bésame, y déjate llevar, dejemos a un lado esta maldita educación que nos obliga a ser prudentes. Acércate, y enséñame a vivirte, porque hace años que no sentía esta sed de vivir devorando y siendo devorado.