martes, 12 de febrero de 2013










AUSENCIA

 

Dicen que morir es descansar; para mí eso no es cierto,

el descanso se murió cuando mataste el amor nuestro.

Mis manos son testigo de tu ausencia,

esclavas de sí mismas; mudas, sin sustento…

Están secas y marchitas, la distancia es miedo, también silencio.

Saben desde entonces las mañanas a niebla y soledad,

porque la sal reseca mis labios, porque me hiela la oscuridad.

Jamás podrá abrirse fresca y tierna mi alma a otro hombre,

y es por eso que ahora, despidiendo al triste sol que ya se esconde

digo adiós por siempre a tu figura que se aleja. Es  tan honda esta tristeza

que vuelve mi condena ajena al calendario. No puedo ocultar mi pena

porque sé que tu recuerdo pesará en la distancia, es la amarga certeza

de saber que de ti jamás dejaré de estar hambrienta.

Viviré eternamente presa del silencio, para siempre esclavizada,

haciendo frente en solitario a este amor que ya se apaga.

Tú le has dado muerte, pero no puedo considerarte un asesino

porque eres y has sido el único amor de mi vida,

mi ansiada y fiel guarida, mi único recurso, mi única salida…

Debo ser fuerte, y asumir que guardarte en mi memoria

jamás será consuelo; porque recordar esa antigua gloria

es asumir que el amor no tiene dueño. Otra acaricia  tu mirada.